TU Y LA QUÍMICA
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                                             Jesús Octavio Milán Gil

          El poeta latino Lucrecio (primer siglo a.C.), en su poema De la naturaleza de las cosas nos muestra una exposición de la doctrina de Epicuro en versos exámetros.

                    Llamamos cuerpos a los elementos
                    y a los compuestos que resultan de ellos:
                    los elementos son indestructibles,
                    porque su solidez triunfa del todo.

                    La extremidad de un átomo es un punto
                    tan pequeño, que escapa a los sentidos;
                    debe sin duda carecer de partes:
                    él es el más pequeño de los cuerpos,
                    ni estuvo ni estará jamás aislado;
                    es una parte extrema, que juntada
                    con otras y otras partes semejantes,
                    forman así del átomo la esencia.

                    Si del átomo, pues, los elementos
                    de existencia carecen separados,
                    será su unión tan íntima y estrecha,
                    que no hay fuerza capaz de separarlos. 

          Apenas conocemos de vista el átomo y naturalmente, no nos hemos asomado completamente  a su interior... en cada cucharilla llena de té se calcula que hay 50 trillones de átomos... imaginemos que en la torre de catedral está el núcleo de un átomo y que las palomas son los electrones, si la primera paloma se aleja y vuela en círculos alrededor de la torre a 8 kilometros de distancia, si la segunda lo hace a unos 64 kilómetros, o sea 8 x 8, y la tercera a 8 x 8 x 8 kilómetros de distancia y así sucesivamente, si hubiera 60 palomas volando cada una más alejada de la torre, esa sería la proporción de masa y espacio de un átomo.

          Si usted explica a un amigo cómo rebotan los átomos, y le dice: los átomos no chocan unos con otros cuando alcanzan el campo energético de otro, sino que rebotan y se apartan.   Si adoptamos nuestra escala humana, rebotaríamos a distancias como de la Tierra a la Luna.

          Si pregunta ¿con qué frecuencia por segundo rebotan los átomos?  Contestariamos: con una frecuencia de decenas de millones por segundo y no hay nadie que se lo pueda imaginar.

          Volvamos a un modelo de átomo más comprensible... en el centro del átomo flota el núcleo, que es como el hueso de un durazno.   Todo esto es pura imaginación, como todo lo que pensamos del interior del átomo.   Al núcleo del átomo no lo podemos fotografiar, porque sólo se puede retratar aquello que envía  a ondas luminosas.

          El núcleo atómico es mil veces más pequeño que lo que sería necesario para que emitiese la vibración visible más corta.  Las fuerzas que se ejercen entre el núcleo y el electrón son de naturaleza eléctrica, y la carga eléctrica del electrón es negativa mientras que, la fuerza opuesta  mediante la cual lo atrae el núcleo, es positiva.    Por  cada electrón que gira, en el núcleo hay un corpúsculo llamado protón, que tiene carga positiva.

          Con el descubrimiento del neutrón se completó la concepción básica del átomo.   Pero de acuerdo con las nuevas teorías, los científicos empezaron a describir partículas de las que nunca se había oído hablar y que debían existir en el átomo.   Así nacio, en el curso de la cuarta década del siglo XX, una nueva rama de la física dedicada a lo que se llamó partículas elementales.   Se ha hecho notar que este nombre es impropio, pues sólo hay dos cosas seguras en este campo: las partículas elementales no son elementales, sino muy complicadas, y no todas las partículas son partículas, sino que algunas actúan como ondas de energía desprovistas de masa.

           El avance en el estudio del átomo no sólo representa progreso físico y moral para la humanidad; también representa peligro: Los reactores nucleares envenenan las aguas y acaban con la pesca.   Las radiaciones contaminantes de las explosiones atómicas producen perturbaciones en las células humanas y provocan el cáncer. Los vaivenes de una paz precaria que ahora se mantiene difícilmente, pueden llevar a una guerra atómica y por consiguiente, a la extinción de la humanidad.

          Quizá los supervivientes tuvieran que comenzar como nuestros antepasados paleolíticos, pero en un mundo en ruinas.

          Posiblemente la guerra atómica que nos amenaza pueda ser detenida si pensamos en aquellos niños de Hiroshima que llenaron los hospitales durante muchos años.

                              Muy Buen Éxito
 
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